Si digo que el encuentro resumió el año, es porque Quilmes
no había arrancado mal y de repente se le complicó todo, como con el 1 a 0 en
contra. Intentó levantar cabeza y a puro amor propio y agarrando confianza, lo
logró, y hasta salió mostrando una buena imagen; en el partido, eso fue darlo
vuelta. Pero se relajó, se descuidó y volvió a tambalear; léase “2 a 2”.
Pasaron las fechas, pasaron los partidos, reaparecieron de a poco los que
extrañábamos y El Cervecero siguió buscando el buen camino; pasaron los
minutos, jugaba bien Garnier, jugaba bien Cauteruccio, y sólo faltaba ver algo
del que durante el campeonato también tardó más en volver al equipo: Caneo, que
después de hacerse esperar, se despachó decorando un jugadón enorme a pura
pared con una definición de primera, para lograr lo que de entrada estaba tan
difícil. Cerrar el partido ganando, burlando toda adversidad. Cerrar la
temporada a todo trapo, llegando a 50 puntos que se veían épicos a principios
de año.
Vale destacar que este lindo presente, el cual hay que
cuidar, se logró mitad en la cancha y mitad afuera. En el pasto, con la entrega
de los jugadores que se rompieron el alma a medida que también lo hacían
físicamente. Fuera del rectángulo, con la seriedad de un cuerpo técnico que
hizo las cosas en general bien, y un proyecto que finalmente, después de tanto
pedirle a los dirigentes, se respetó manteniendo la base del equipo al
finalizar las temporadas, y promoviendo las inferiores.
Fue momento de despedidas. Omar De Felippe y su cuerpo
técnico decidieron terminar el ciclo de la mejor manera, con todas sus metas
alcanzadas; también fue el último partido de más de uno, que todos sabemos pero
no decimos hasta que se concrete.
Por lo pronto, solamente puedo agradecer y decir que ojalá
en un año estemos festejando otra temporada ganada dentro y fuera de la cancha,
50 – 50.
Por lo menos, así lo siento yo.
ADELANTADO CERVECERO
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