Nadie tiene el talento del mítico John Travolta, o del asombroso Justin Timberlake. Tampoco son tantos los que gastan las tablas como Chayanne. Si no te garpan, es raro que te pinte bailar, seamos honestos. Si tu mujer te rompe los huevos en un casorio le metés un típico hatrick de éxitos con la isla del sol, el meneaito, procura coquetearme más y la dejaste con sus amigas.
Pero a veces te pinta una emoción especial y pelás. Es
instintivo, no tenés técnica, te nace así. Solo en tu oficina te soltás con la
más bala melodía de Pet shop boys. O en el garaje saltás escuchando Sepultura.
O ganás un envido, hacés el moonwalker de Michael Jackson y te desgarrás. O hacés la gran Balanta: venís de Colombia, entrás de orto un día, te salen todas, al tercer partido
hacés un gol y tirás algo que parece un perreo
en un tragamonedas. Un pasito que celebra los dos méritos principales para un
jugador joven: un poco de culo y otro de fortuna.
Por lo menos así lo vemos nosotros.
Por lo menos así lo vemos nosotros.