MEDIDAS OBSOLETAS, VIEJAS AMISTADES
El tiempo pasa. Las cosas cambian. El futbol no es ajeno a dichos cambios. Si nos detenemos a observar al genial equipo de Brasil de los 70’, nos daremos cuenta de que la semifinal contra Perú se asemeja a un partidito entre solteros y casados donde los peruanos miraban cómo Pelé y su troupe convertían los goles… ¡caminando! También nos daremos cuenta de que cualquier equipo actual de la “D” podría haberle ganado a esa genial selección verdeamarelha ¿Por qué? Porque los tiempos cambiaron, las marcas olímpicas siguen superándose y el fútbol actual posee tal velocidad y requiere de cual condición física que, literalmente en un supuesto encuentro, cualquier equipo actual aplastaría a esas tortugas setentosas. Quizás el cambio comenzó con aquella famosa naranja mecánica del 74’ y ha llegado a su punto culminante con nuestro Flash Messi. Un jugador de Play Station.
Ahora bien ¿Qué carajo tiene que ver esta perorata con el partido entre bichos colorados y la acadé? Fácil: la cancha. Así como no se puede correr con una Ferrari 458 Italia Grand Am 2012 en el viejo primer autódromo de Nürburgring, tampoco se puede jugar al fútbol en la canchita de la Paternal. El primer tiempo (con los jugadores frescos y sin el duro golpe que fue la fractura del pobre pibe) todo fue fricción, choques, pelotazos, discusiones, peleas, el compendio del error y del hacinamiento. Cuatro jugadores por metro cuadrado. Imposible jugar a la velocidad que se juega ahora, utópico lograr pensar. Imposible analizar tal barullo.
Por este y otros motivos que expondré a continuación la victoria tuvo un sabor e importancia única: Ganamos en una cancha de futsal (100 x 66, la más angosta) acostumbrados al cilindro (105 x 78, la más ancha de Argentina). Hacía diez años que no triunfábamos en la Paternal. Superamos la derrota contra los bosteros. No sufrimos. Después de largos años, aprovechamos todas las pelotas paradas. Volvemos a tener un caudillo (Ortiz) y otro crack surgido de la cantera (Centurión).
Y no me haré el gil respecto de la vergonzosa derrota en la final de la copa argentina. Sí, ya sé, jugamos una final después de mucho tiempo, pero… ¿jugamos? Muchos nos hicimos la misma pregunta: “¿Estuvo arreglado?” “¿Fueron a menos?”. Y la pregunta surge porque, misteriosamente, Boca renunció al campeonato pasado para despejarle el camino a Arsenal (niño mimado en último torneo corto) y Riquelme fue a menos en la final de la copa libertadores. Y nuestra querida academia dio toda la sensación de no querer ganar la copa argentina. Si tomamos en cuenta los partidos con Rafaela y este último contra argentinos, casi podríamos certificarlo. Tenemos un plantel como para pelear el campeonato, pero el negocio fútbol y sus negociados dan asco; ésta es nuestra gran contra, nuestro karma. Para peor, River hizo las paces con la AFA.
Don Grondona, deje de manosear nuestro deporte predilecto, se van las ganas de ir a la cancha.
Por lo menos así lo siento yo.
ADELANTADO ACADÉMICO