Se puede hablar del cambio de actitud para afrontar el partido. De un equipo que solamente salía a la cancha a defenderse, a este que se paró de visitante ante un "grande". Siempre arriba en el terreno, fue vertical, rápido y filoso de contra gracias a los jugadores con vocación ofensiva que se alinearon. 

Podemos destinarle especial atención a lo preciso del planteo táctico, así como los cambios por lesión o cansancio, y a la entrega incondicional de todos los futbolistas que estuvieron en una gran nivel.

También podríamos hacer mención, del marco imponente, de los números del rating y de "la transparencia" del sorteo que fortuitamente presentó a estos equipos, justo en la vuelta de RiBer a la máxima categoría del fútbol argentino.

Pueden recalcarse jugadas puntuales del encuentro, donde la suerte (o mala suerte) según de donde se mire, hizo que la pelota se estrellara en el palo o se clavara en un ángulo. Como también, esos acontecimientos que escapan a la razón, en los que uno no entiende el por qué de determinada tarjeta roja, haya sido ayuda arbitral o no.

O bien, tratar de establecer por qué en un estadio para aproximadamente 50000 espectadores, fueron los 4000 visitantes los que se escucharon durante todo el cotejo.

Se puede ahondar en cualquiera de los temas citados, y así encontrar la explicación del triunfo del celeste sobre el "millonario". 

Pero no. Hoy sólo queremos afirmar la paternidad que el Club Atlético Belgrano tiene sobre el alicaído RiBer Plate.

Hoy disfrutamos el momento, celebramos el presente, y dejamos que de "historia" hablen los otros. 

El pueblo pirata esta de fiesta. Tiene por delante una semana con una sonrisa en la cara. Y de paso, sumamos a nuestra lista de hijos, una gallina más.