Lionel,
querido: eso que escuchaste una vez terminado el partido son silbidos, como la “pañolada”
en España. Básicamente es una expresión de rechazo o repudio a la actuación del
equipo y tuya individualmente.
Messi, maestro: el agresivo cántico que genuinamente surgió desde todas partes
del estadio decía algo como: “jugadores… la c. de su madre… a ver si ponen
huevos… que no juegan con nadie”, por si no lo escuchaste.
¡Nada de “los jugadores son unas niñas” o “á por ellos”!
Con eso no me la voy a agarrar con vos, como hacen muchos, y exigirte que seas el
salvador o que ganes vos solito. Sin lugar a dudas el déficit principal es la
carencia de una idea clara, una identidad contundente, un funcionamiento; pero
Lío, no podés ofrecer la imagen que regalás: abatida, sin ganas,
descomprometida, decaída, sin reacción, en fin, sin actitud.
Repito, no sos ni el único ni el mayor responsable del mal momento de la
Selección Argentina, pero el númerito que tenés ahí en el pecho (el 1 y al lado
el 0), forma el 10. Te comento que en el ambiente futbolístico, en momentos de
desconcierto general, el que lleva ese importante número tiene más
responsabilidad que el 3 o el 6 y, en consecuencia, la gente deposita más
expectativas.
No me puedo sacar de la cabeza la imagen televisiva en la que cabizbajo, como
casi siempre con la celeste y blanca, se te notaba más pensando en qué vedette
invitar a tu lujoso departamento de Puerto Madero o qué equipo usar en la Play
a la noche, que en demostrar preocupación por el nivel de Argentina.
Bueno Lionel, solo te quería alertar que los grandes de la historia, los
grandes de verdad, aparte de tener toda la magia y habilidad que tenés vos,
también tienen que tener personalidad, carácter, temperamento… eso que mirando
al piso no demostrás.
GI

