Hay quienes dicen que en las relaciones, las segundas partes nunca son buenas. Al principio todo es color de rosas... "mi amor, cómo te extrañé", "cambié, no soy el mismo de antes", "¿no querés que vayamos a comer a lo de tu mamá?".
Pero todos sabemos que tarde o temprano todo vuelve a ser como antes, porque como dice el dicho, "el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma
Las cálidas y dulces frases que declaramos al comienzo de la reconciliación, cambian abruptamente: "me asfixiás, quiero tener tiempo para estar con mis amigos", "me tenés los huevos llenos con que cambie, soy así, no me rompas las pelotas", "prefiero limpiar una ballena llena de petróleo con un cepillo de dientes antes que compartir una comida con tu vieja".
Las segundas partes nunca son buenas, está claro. Ahora solo falta que en la Paternal alguien le avise a Borghi y a Pisculichi.
Por lo menos así lo vemos nosotros.