No lo podés evitar, las minas de tu laburo son lo único que te motiva a ir día a día. Todo el mundo habla de ellas cuatro: ni una más, ni una menos. En la oficina está la tetona Newell’s, la sigue muy de cerca la chica esa que se llama San Lorenzo, de cuerpito bastante equilibrado. Un poquito más atrás viene la flaquita ésa, Arsenal, que no está buena pero se nota que está donde está porque es la hija del CEO. Bien pegadita a ella, atrás, se sienta otra pibita… Boca, que sí, es innegable, tiene un buen ojete.
Pero ese día, casi de casualidad, te empezaste a fijar en una nueva. ¿Pero es nueva? ¿O nunca la habías registrado? Porque es calladita, capaz. Sí, creés que alguna vez la viste, pero ni bola. Apa, se levantó, buenas piernas. De cara no es fea. La camisa no la favorece pero se adivinan buenos pechos. Corre de atrás a las otras, se nota. Le mirás la plaquetita. Se llama Rafaela. ¿Y por qué no fantasear? Las calladitas son las peores, dicen.
Por lo menos así lo vemos nosotros.
