Después de un tiempo feo, Carlos venía en estas últimas semanas en una rachita ascendente. Para festejar, se le ocurrió preparar un buen asado de domingo. Pegó una carnicería buena, limpió la parrilla. Lo planificó todo. En la semana denseó a todo el mundo en el trabajo, en el gimnasio y en el fútbol. Armó un grupo de facebook. Emanuel enseguida se prendió. También andaba de racha, había cambiado de novia se prendía en todas. Juan Manuel amagó con llevar una picada, Juan Román con traer el helado, Jesús se ofreció a levantar la mesa. Pero ni bien se acercaba el día del asado, los muchachos, como suele pasar, se empezaron a bajar. Y a la hora de los bifes, sólo quedaron Carlos y Emanuel. Entonces sonó el timbre. Era Sebastián. Sorprendió, nadie lo había invitado. Eran pocos, así que lo hicieron pasar. Nadie supo para qué había venido. Hasta que Carlos dejó la parrilla para ir al baño y Emanuel se colgó hablando por celular con su tía. Cuando regresaron al asador, extrañamente, Sebastián había desaparecido. De recuerdo había dejado un inmenso gargajo que cubría achuras, tiras y vacío por igual. Conclusión: no te descuides, porque te escupen el asado.
Por lo menos así lo vemos nosotros.
