Y le besás el cuello, le chupás la oreja, y le querés arrancar el jean pero lo hacés con torpeza y se te queja. Entonces pelás ahí nomás y pensás que ella se va a abalanzar sobre tu miembro, no obstante eso no sucede. Por lo tanto, cambiás de idea y te tirás encima para contagiarle tu excitación y casi casi le bajaste la bombacha, y estás contento porque ya estás cerca y pensás que la metés en cualquier momento. Sin embargo, no se puede así nomás, porque ella dice que no está lista, o porque tocan el timbre o se acaba al tiempo, o porque se distrae porque le suena el celular.
En definitiva, te vas a tu casa con un dolor de huevos que no te deja pensar. Y mientras viajás de parado en el 160, pensás que sos un atolondrado, que las cosas tienen su proceso, y que quizás, todavía te falta aprender bastante sobre la elaboración de los momentos. Y lamentablemente, caés en la cuenta de que otra vez te volviste en cero, y que falta una semana para volver a tener la chance de clavarle uno que valga por tres.
Por lo menos así lo vimos nosotros.
