Fin de junio, llega el dilema. Cumplís años, y tenés que fumarte las discusiones con tu jermu que se opone a la idea de gastar una luca en el asado para los rompe bolas de tus amigos. Ella tiene otras prioridades, como ahorrar para la educación de tus críos, pero vos seguís con el tema del asadito. Te la pasaste corriendo como un loco para no darle motivos de queja, contrataste un catering y hasta te encargaste de no invitar al pesado de Sergio. La verdad, te sorprende a vos mismo tu capacidad como organizador de fiestas. Son las nueve, los invitados se fueron, queda un sánguchito de choclo sobre la mesa, tus pibes ya están en la cama, pegás una barrida al living y ella te mira. Sabés que le ganaste una pulseada y te encanta. Le enumeraste tres buenas razones para querer a los muchachos. Pero no te confíes, mientras vos disfrutás este triunfito, ella, la gallega, está planeando la guerra para arruinarte el festejo del año que viene.
Por lo menos así lo vemos nosotros.
