Que Messi es un crack y un fenómeno lo sabe hasta mi tía, eso no es novedad. Ahora bien, lo que sí sería noticia y nos daría motivos para estar más tranquilos es que Sabella está encontrando lo más complicado: el equipo; el funcionamiento aceitado que permita a Lionel ser el último engranaje lujoso.
Francamente en todo el partido jamás aprecie una idea de juego pertinente a la categoría de las individualidades. Es más, realizando un balance de las acciones, Suiza preocupó a la Argentina mucho más de lo que imaginábamos previamente y en reiterados momentos del encuetro manejó el balón.
Hasta el minuto 42 del segundo tiempo, momento en el cual el lungo Affolter (el defensor central local) decidió hacer todo mal y regalar dos goles, el seleccionado nacional era aburrido, inofensivo y conservador casi todo el enfrentamiento (digo "casi" porque recién a los 81 el DT puso a Higuaín y mostró un poco de ambición).
Si el objetivo de Sabella era armar el equipo de atrás para adelante y cuidar el cero en el arco local, no lo logró. El gol suizo llegó por una distracción del mal colocado por izquierda, Zabaleta, que, imantado por la pelota y traicionado por su perfil derecho, descuidó a Shaquiri.
En la mitad, la recuperación estuvo garantizada con Braña, Mascherano y Gago, después. Pero por las bandas, Sosa, Maxi Rodríguez y Salvio, más tarde, no generaron juego y no se encargaron de enlazar a Messi y Agüero, logicamente aislados.
En fin, hasta los 87 minutos el 1-1 era justo y había mucho por mejorar. Culminado los 90, las deudas son las mismas. El objetivo debe ser formar un equipo sólido, con funcionamiento.
La figura de Messi te salva contra Suiza, pero no contra las selecciones de primer nivel (como en el mundial 2010 y la última Copa América).
Quiero una Argentina grande, enorme, que juegue al fútbol, ataque en todos lados y haga brillar a su estrella con autoridad y permanencia, no de casualidad.
GI