
Apenas comenzado el partido, nos dimos cuenta de que las esperanzas no tenían demasiado sustento, volvimos a ser ese rival “accesible” que fuimos durante unos cuantos partidos, en realidad durante casi todo el torneo. A la media hora el partido estaba liquidado, quizás no en el resultado (perdíamos dos a cero, algo remontable) pero si por la actitud del equipo. Se pasaron toda la semana hablando del cuarto arquero de Independiente, pero olvidaron considerar que si no se patea una vez al arco en todo el partido, es lo mismo que este el cuarto arquero, que este Fillol o que no haya nadie parado bajo los tres palos.
Con este panorama no quedaba otra que mirar hacia La Plata y Quilmes, y las noticias no eran alentadoras por el lado de Gimnasia. Nuestro partido ya estaba liquidado, solo restaba esperar el milagro. Cuando el réferi pito el final del encuentro, pensamos lo que no queríamos pensar… Otra vez, otro descenso, puteadas al por mayor, contra dirigentes, jugadores, incluyendo peleas entre la propia gente de Huracán por pensar diferente en cuanto a la actitud de Mohamed. Nos encontrábamos debajo de la tribuna comenzado a bajar las escaleras para irnos cuando llego el grito, ese grito que nos devolvió el alma al cuerpo, ese grito que hizo que el llanto que había hasta el momento, se acrecentara pero de emoción, ese grito que hizo que entráramos nuevamente a la tribuna que nos colguemos del alambrado y festejemos al menos esa vida mas que tenemos.
La cita es el miércoles, por supuesto que una vez mas vamos a decir presente. Nos jugamos la vida, la historia, la felicidad de mi abuelo, mi viejo, mis hermanos y miles de quemeros en todo el mundo. Solo espero que se pelen el orto por la camiseta que llevan puesta y que ganen. Solo eso.
Por lo menos así lo siento yo.
ADELANTADO GLOBO