La noche del sábado determinó el final de Ángel Cappa como técnico de Gimnasia. La derrota con Newells en el Bosque fue el detonante de un presente en caída libre que dejó en claro la crudeza del momento: un equipo perdido, pésimo en lo anímico y carente de triunfos.
Cappa no supo encontrar respuestas y se entregó a una entendible improvisación. En Gimnasia jugaron todos y las constantes modificaciones no fueron un estímulo para el plantel sino la perdida de horizonte. Lamentablemente todo fue búsqueda en vano: Pacheco, Córdoba, Vizcarra, Romea, Graf fueron testigos de un puesto que se sortea.
En doce fechas probó delanteros sin parar, se animó a poner a Capurro de enganche y desafecto jugadores que luego volvieron directamente al primer equipo (preguntar a Hernán Encina). Esos cambios, ese cúmulo de modificaciones dieron la pauta justa: estaba perdido y sin jugadores. Un panorama insostenible.
No fue el peor, tampoco el mejor. El Club es una contradicción permanente, un desastre hace muchos años que, simplemente por suerte, está donde está.
Ahora será el turno de Darío Ortiz (técnico), Pereyra y el falco Morant, tipos que buscarán en su capacidad y el azar la manera de sacar al Lobo del fondo del mar; de lo profundo de una crisis que habrá que sortear con optimismo y amor propio.
Por lo menos así lo siento yo.
ADELANTADO TRIPERO
Por lo menos así lo siento yo.
ADELANTADO TRIPERO
