Hace tiempo que Independiente no presentaba certificaciones de por qué es un equipo denominado grande. Quizás por los sucesivos inconvenientes institucionales, por lo nulos logros deportivos y por los mediocres jugadores que fueron caracterizando cada plantel.
Pero ayer por la noche, los hinchas del Rojo volvimos a vivir. Volvimos a pisar fuerte en el ámbito internacional, volvimos a sentirnos orgullosos del club, volvimos a sentirnos el Rey de Copas.
Aproximadamente a las 9 de la noche, caminando por la calle Alsina, hacia el ingreso al estadio, noté que se respiraba un clima diferente a otras oportunidades. Porque claro, no es lo mismo afrontar una semifinal habiendo sido protagonista de muchas, que toparse con estas instancias definitivas siendo un novato, un principiante. Y eso se advertía.
Cuando me senté en mi platea, fila 8, asiento 3, del Sector 1 de la Arsenio Erico, realicé un paneo general del estadio, y esa sensación continuaba. La sensación de grandeza, de gloria, esa sensación de éxito, y no a los que veníamos acostumbrados los últimos años.
Parece que los jugadores también percibieron cosas similares, no sólo por la actitud que demostraron, sino también porque el conjunto de Antonio Mohamed mostró buen fútbol, toque y hasta lujos (desde Julián Velázquez hasta Andrés Silvera).
Con el correr de los minutos, tras la ventaja obtenida por Facundo Parra, la algarabía aumentaba, pero no todo sería alegría, porque el intrascendente (mediano suplente en su época de Estudiantes) de Juan Manuel Salgueiro hizo un gol de otro partido.
Pero el fuego sagrado de Independiente volvió a manifestarse, y en el complemento el Rojo se llevó por delante a la Liga de Ecuador.
Así consiguió la victoria, gracias a la figura descollante del sorprendente Hernán Daniel Fredes.
Ahora vendrá el Goiás de Brasil, difícil como todo equipo de ese país. Pero lo acontecido ayer en Avellaneda no se olvidará, y menos aún la sensación de VOLVER A VIVIR.
Pero ayer por la noche, los hinchas del Rojo volvimos a vivir. Volvimos a pisar fuerte en el ámbito internacional, volvimos a sentirnos orgullosos del club, volvimos a sentirnos el Rey de Copas.
Aproximadamente a las 9 de la noche, caminando por la calle Alsina, hacia el ingreso al estadio, noté que se respiraba un clima diferente a otras oportunidades. Porque claro, no es lo mismo afrontar una semifinal habiendo sido protagonista de muchas, que toparse con estas instancias definitivas siendo un novato, un principiante. Y eso se advertía.
Cuando me senté en mi platea, fila 8, asiento 3, del Sector 1 de la Arsenio Erico, realicé un paneo general del estadio, y esa sensación continuaba. La sensación de grandeza, de gloria, esa sensación de éxito, y no a los que veníamos acostumbrados los últimos años.
Parece que los jugadores también percibieron cosas similares, no sólo por la actitud que demostraron, sino también porque el conjunto de Antonio Mohamed mostró buen fútbol, toque y hasta lujos (desde Julián Velázquez hasta Andrés Silvera).
Con el correr de los minutos, tras la ventaja obtenida por Facundo Parra, la algarabía aumentaba, pero no todo sería alegría, porque el intrascendente (mediano suplente en su época de Estudiantes) de Juan Manuel Salgueiro hizo un gol de otro partido.
Pero el fuego sagrado de Independiente volvió a manifestarse, y en el complemento el Rojo se llevó por delante a la Liga de Ecuador.
Así consiguió la victoria, gracias a la figura descollante del sorprendente Hernán Daniel Fredes.
Ahora vendrá el Goiás de Brasil, difícil como todo equipo de ese país. Pero lo acontecido ayer en Avellaneda no se olvidará, y menos aún la sensación de VOLVER A VIVIR.
Por lo menos así lo siento yo.
ADELANTADO ROJO
