Sin embargo hay una tristeza infinita que marcó esta semana y no queríamos dejarla pasar...
ADIÓS GOLEADOR
Ayer murió Pancho Varallo. Un enorme pedazo de historia tripera y bostera. Tenía 100 años y un sin fin de goles que hoy quedarán en libros viejos y en algunas memorias. Era el único sobreviviente de aquel equipo nacional subcampeón del ’30.
Fue campeón con el Lobo en 1929 y después pasó a Boca. En el equipo “Xeneize” obtuvo otros tres campeonatos en 1931, 1934 y 1935. En su carrera en Boca marcó 194 goles.
Luego del mundial de 1930 pudo dar una vuelta con la selección argentina en la Copa América de 1937.
Retirado del fútbol dirigió divisiones inferiores en el equipo de la Rivera y también la primera del Lobo en el período de 1957-1959.
Por supuesto que vivió otro fútbol: de amor a la camiseta, de sueldos bajos y pocos egos.
Cuántas historias me contó mi abuelo de este señor jugador, me decía que cuando agarraba la pelota en mitad de cancha, de espaldas, se daba vuelta y encaraba para el arco como una tromba, y cuando le pegaba... agarrate, le decían "cañoncito", era gol seguro.
Con su pase a Boca por 10.000 pesos se compró su casita, en 25 y 60, donde vivió toda su vida. Nunca tuvo un millón de tipos insistiendo en un récord o la competencia brutal. La historia cuenta que el tipo era agradecido y hacía goles. Me quedo con una frase de Pancho que pude leer hace un rato: "Tuve suerte. Jugué con buenos futbolistas. Yo les hacía caso”.
Un adelantado.